Las condiciones climatológicas son decisivas:
1. A mayor altura, disminuye la capacidad de absorción por parte de la atmosfera de la radiación ultravioleta, haciendo esto que la incidencia del sol sea mayor.
2. El grado de humedad ambiental es más bajo, en llanura es de un 70% y en las montañas es de un 20%, provocando esto mayor sequedad en la piel.
3. El frío enmascara el calor recibido por la exposición solar.
4. Si nos encontramos en un paisaje nevado, el 80% de las radiaciones ultravioletas son reflejadas por la nieve (el mar refleja el 20% de la emisión ultravioleta emitida por el sol).
Además, los deportes de invierno suponen continuos cambios de temperatura para la piel. En la piel del rostro, de las manos y del escote los continuos cambios de temperatura ambiental implican dilataciones y contracciones de los capilares dérmicos. La piel se adapta a la temperatura ambiental fría mediante una vasoconstricción intensa de los capilares de la dermis; pero, transcurridos unos minutos, y fruto de la liberación de calor por el consumo energético que supone el ejercicio físico, la piel de todo nuestro rostro y otras zonas expuestas pasa a un estado de sudoración en el que existe vasodilatación de los capilares dérmicos. El nivel de consumo energético mantiene los capilares dilatados pero una vez concluido el ejercicio y el consumo energético, los capilares se vuelven a contraer. Entonces nos introducimos en un ambiente caldeado y debido a la necesidad de liberar exceso de calor por la calefacción, los capilares vuelven a dilatarse.
Con los deportes de invierno, la piel del rostro sufre un auténtico tiovivo vasomotor que es fácil que provoque la aparición de capilares dilatados o couperosis en la zona pómulos, y en mentón.
Por ello, es imprescindible tener siempre las siguientes precauciones:
1. Emplear productos cosméticos adecuados al fototipo de piel y aplicarlos en cantidad abundante y repetidamente.
2. Utilizar gafas de sol con los filtros adecuados para radiación ultravioleta.
3. Ropa de protección adecuada para manos, escote y cuello.
4. Aplicar una protección específica para labios, ya que son muy propensos a sufrir desecaciones extremas.
5. Al concluir el ejercicio físico, aplicar en las zonas expuestas del rostro cremas ricas extractos calmantes y humectantes.
Después de la exposición de la piel bajo esas temperaturas, tendremos que hacer especial hincapié en realizar unos cuidados cosméticos adecuados. Las mejillas y la región preauricular (la piel delante de las orejas) es una piel muy fina, con muy poca hipodermis. Estas son las zonas que más acusan los daños invernales y que se manifiestan en forma de desecación, envejecimiento prematuro y aparición de capilares dilatados conocidos como «cuperosis». Por ello es muy importante protegernos de la irradiación solar y controlar los cambios bruscos de la circulación dérmica con cremas con drenantes(castaños de indias, etc).
Los labios son una estructura tisular muy hidratada y muy expuesta en los deportes de invierno, en presencia de clima ventoso y frio, sufren un alto nivel de deshidratación. Es muy importante aplicar una protección específica a los labios, que será siempre de alto contenido graso para garantizar que la mucosa labial conserve su adecuado nivel de hidratación. La dermis de la piel que cubre cuello, escote y manos es mucho más fina, tiene igualmente poca hipodermis. También acusa gravemente los daños invernales de forma precoz. La mejor protección para estas áreas es la ropa de abrigo adecuada y si la piel de estas zonas va a estar expuesta, una rigurosa y repetida aplicación de cremas de filtro solar.