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Consejos para la detección, prevención y tratamiento de la rosácea

Consejos para la detección, prevención y tratamiento de la rosácea

El enrojecimiento asociado a la rosácea suele estar acompañado de pequeñas pústulas, haciendo que a veces se confunda con acné. Es más frecuente en mujeres de piel clara y, aunque sus causas son desconocidas, se ha relacionado con ciertos factores que nos predisponen a ellos. Puede ser asintomática, causar molestias leves que incomodan al paciente o incluso provocar dolor intenso.

La primera descripción conocida de esta enfermedad se atribuye a Guy de Chauliak, cirujano francés de la Edad Media que llamó a la rosácea ‘gota de rosa’ o ‘cuperosis’. A lo largo de la historia también se ha llamado ‘vasoneurosis’, porque se pensaba que se relacionaba con enfermedades nerviosas, y ‘granos de vino’, ya que se creía que el alcohol era la causa principal. El Dr. Enrique Piffard, en el siglo XIX, consiguió establecer las diferencias de la rosácea con el acné y así se definió definitivamente esta enfermedad. A lo largo de la Historia, grandes personajes públicos han sufrido rosácea, algunos ejemplos recientes son el ex presidente de EE.UU. Bill Clinton o la princesa Diana de Gales.Su diagnóstico es muy importante para garantizar el adecuado tratamiento de la enfermedad. Aunque la rosácea tiene un buen pronóstico sobre el estado de salud general de las personas que la sufren, puede limitar la calidad de vida del paciente considerablemente, y si no se trata es posible que la inflamación sostenida de la piel durante un largo tiempo produzca alteraciones y deformidades permanentes. Con todo ello, la rosácea es una enfermedad crónica de la piel que no tiene una cura definitiva, los casos limitados en el tiempo terminan sin saber por qué lo hacen.

Causas y factores de riesgo

Cualquier persona puede padecer rosácea independientemente de sus características, pero se pueden identificar ciertos grupos de individuos que tienen una susceptibilidad especial para padecer la enfermedad: adultos jóvenes, habitualmente entre los 30 y 50 años de edad; de piel clara, a veces también el pelo rubio y los ojos claro, por eso no es de extrañar que las poblaciones escandinavas o de origen celta presenten más predisposición a sufrir este problema.

El patrón genético de la enfermedad no ha sido descubierto todavía, sin embargo se conoce que tener familiares que hayan padecido rosácea aumenta las posibilidades de desarrollarla. Lo mismo sucede si existen antecedentes familiares de acné, lo que sugiere cierta relación entre el acné y la rosácea. Las mujeres sufren rosácea hasta tres veces más que los hombres, pero los casos más graves aparecen en los hombres con más frecuencia.

Actualmente se investigan algunas posibles causas:

Herencia familiar: que los antecedentes familiares aumenten las probabilidades de sufrir rosácea hace sospechar que la enfermedad debe tener una base genética aún no descubierta.

Infección cutánea: la rosácea se ha relacionado con el Demodex folliculorum, un ácaro que coloniza la piel de la cara habitualmente, pero que en las personas con la enfermedad aparece en mayor número. También se ha relacionado con algunas bacterias como elHelicobacter pylori, aunque su papel no es tan claro como en el caso del ácaro.

Alteración del sistema inmunológico: las defensas celulares de nuestro cuerpo están exaltadas en los pacientes que sufren rosácea, de manera que la inflamación cutánea de la cara persiste en el tiempo y es más intensa de lo habitual.

Exposición a la luz del sol: la radiación ultravioleta desencadena brotes de rosácea y la empeora hasta en el 30% de los casos. El mecanismo por el que esto sucede es desconocido. Por lo que hace imprescindible la utilización de un protector solar diariamente.

Aumento del flujo sanguíneo: los vasos sanguíneos de nuestro cuerpo regulan la cantidad de sangre que pasa a la piel dilatándose o contrayéndose. En el caso de la rosácea la vasodilatación vascular se descontrola, por eso se desencadena en ambientes calurosos, tras realizar ejercicio físico, al beber alcohol y al comer comidas picantes o calientes.

Tipos de rosácea

Rosácea eritematosa-telangiectásica
Estadio 1
Aparece como enrojecimiento del centro de la cara, nariz y mejillas, que puede aparecer de manera brusca. La piel suele estar muy inflamada y especialmente sensible al tacto, de hecho puede doler y es frecuente que la persona que lo sufra sienta una sensación de ardor de la zona. En los brotes, y entre ellos, se pueden ver pequeños vasos sanguíneos dilatados en forma de arañas vasculares o telangiectasias. Cuando la piel está estable entre brote y brote presenta sequedad y persiste el enrojecimiento. También la conocemos como cuperosis.

Rosácea pápulo-pustulosa
Estadio 2
El enrojecimiento de la zona central de la cara también aparece en este tipo de rosácea, pero en este caso es menos intenso y aparecen alteraciones que recuerdan al acné. Las pequeñas pústulas o granos aparecen en brotes, sobre todo en las mejillas. La piel también está muy sensible, pero el dolor y la sensación de ardor son menos intensos. Entre los brotes, la piel tiene un aspecto graso, se pueden ver telangiectasias en su superficie y también algunas pápulas, como granitos no inflamados y sin pus. No es frecuente la presencia de comedones (puntos negros), al contrario que en el acné.

Rosácea fimatosa
Estadio 3
El ‘fima’ hace referencia al engrosamiento de la piel por degeneración de la dermis y epidermis al soportar una inflamación persistente en el tiempo. Sucede en personas que sufren alguno de los tipos de rosácea que hemos descrito previamente, y casi todos los casos de este tipo de rosácea se dan en varones. La piel tiene un aspecto tosco, se aprecian los poros muy dilatados, se pueden ver arañas vasculares rotas y suele tener un brillo superficial graso. Al tacto, la piel está rugosa y se palpan bultos internos, por la fibrosis irregular. La región donde aparece con más frecuencia es en la nariz, en ese caso se denominaría rinofima, pero también puede presentarse en las orejas (otofima), frente (metofima), barbilla (gnatofima) o párpados (blefarofima).

Otro tipo de rosácea que hay que tener en cuenta sería la rosácea fulminante que acostumbra a aparecer en mujeres jóvenes de forma brusca y se caracteriza por la presencia de mucha inflamación con pústulas y nódulos internos. Brota de forma generalizada en la cara y provoca cicatrices permanentes. Los límites entre este tipo de rosácea y una forma agresiva de acné son muy difusos, pero en cualquier caso el diagnóstico precoz y el tratamiento rápido mejoran el pronóstico a largo plazo.

Tratamiento

El tratamiento de la rosácea abarca varias líneas de actuación para conseguir un control óptimo de los síntomas y procurar la curación de la piel. Es imprescindible la visita al dermatólogo y posteriormente seguir los consejos de los especialistas en farmacia. Los puntos más importantes del tratamiento son:

Tratamiento tópico: existen cremas con medicamentos que pueden ayudar al control de la rosácea. Deben utilizarse en primer lugar, antes de probar otras posibilidades. Las cremas más utilizadas son aquella que llevan metronidazol o ácido zelaico. Otros compuestos que también se utilizan en forma de crema son los retinoides, derivados de la vitamina A.

Tratamiento oral: cuando la rosácea es moderada-grave, o no se consigue controlarla con el tratamiento tópico, se debe intentar regularla con tratamiento oral en forma de comprimidos. En primer lugar se intenta con antibióticos orales, como la doxiciclina o el metronidazol. Su efectividad es muy alta, pero si fallan se debe intentar el tratamiento con retinoides orales, como la isotretinoína.

Erradicación del Demodex: si la rosácea presenta coinfección cutánea por el ácaro Demodex su eliminación mejorará la enfermedad y aumentará las probabilidades de éxito del resto de tratamientos. Para ello se suele utilizar una crema con antiparasitarios, como la permetrina, que basta con aplicarse durante un tiempo limitado.

Láser: para el tratamiento de las telangiectasias y el enrojecimiento persistente se puede utilizar láser, que destruye las estructuras alteradas de la piel. Es muy efectivo, aunque requiere varias sesiones y por supuesto un mantenimiento de cuidado diario ,

Medidas preventivas

La rosácea no es una enfermedad que se pueda prevenir, del mismo modo que tampoco se puede eliminar completamente. Aparece por primera vez y desaparece completamente por causas no del todo conocidas, y suele durar varios años. Durante ese tiempo hasta la mitad de los casos cursa en brotes con empeoramientos puntuales. Estos brotes sí se pueden prevenir con medidas generales y la higiene adecuada que ayudan a hacer más llevadera la enfermedad y evitar recaídas. Algunas de estas medidas para prevenir los brotes de rosácea son:

• Identificar los desencadenantes: a cada persona le afectan más o menos ciertos factores desencadenantes. Los más frecuentes son el calor, el ejercicio físico, beber alcohol, comer comida picante o caliente, y la exposición solar. En los momentos puntuales de estrés, los brotes también van a ser más frecuentes. Saber cuáles te afectan más puede ayudar a evitarlos y a prever un brote de rosácea.

• Iniciar un tratamiento precoz: si la rosácea se abandona a su evolución natural es mucho más difícil controlarla después. Lo ideal es acudir al dermatólogo ante la presencia de síntomas y una vez diagnosticada conocer qué tratamientos deben utilizarse cuando aparecen los brotes.

• Hidratación cutánea: se debe aplicar cremas hidratantes a la piel de forma cotidiana. Eso favorece la integridad de la barrera cutánea y evita que le afecten las agresiones externas.

• Evitar productos irritantes: lociones de limpiado ácidas o demasiado secantes pueden desencadenar un brote de rosácea. También se deben evitar los productos exfoliantes faciales agresivos.

• Utilizar crema fotoprotectora: la fotoprotección con factor 50 que cubra además los rayos UVA es esencial para que la enfermedad se mantenga controlada.

• Buscar el maquillaje adecuado: el enrojecimiento facial puede persistir a pesar del control de la enfermedad, para disimularlo existen maquillajes específicos que camuflan las rojeces gracias a sus tonos verdosos.

• Usar champús y geles suaves: de este modo la piel no se irrita con tanta frecuencia, y tampoco los ojos, que suelen ser muy sensibles a la caída de champú en la ducha.

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